Día del Maestro.

POR: FLORA CELIA PALACIOS RUÍZ

-¡Grupo cálmese!,

– ¡Niños por favor guarden silencio…!

-¡Chamacos ya estuvo bueno de tanto relajo!

Estas y otras muchas frases son cuento de nunca acabar a  lo largo de la vida estudiantil, dichas a nosotros o pronunciadas por nuestras bocas cuando de pronto estamos frente a un grupo de alumnos que en frecuentes ocasiones representan un reto para el profesor que intenta nada más y nada menos que trascender a partir del conocimiento en sus noveles vidas.

El trabajo es continuo, el silencio en aula escaso, el llenado de papeles a veces o siempre agobiante, la paga – especialmente para ciertos sectores- no siempre es la mejor, el estrés es mucho y las satisfacciones por puñados.

Así de simple es el trabajo del profesor, del que muchos llaman maestro porque logra no sólo enseñar a leer y escribir, sino que trasciende en la vida de quienes están bajo su resguardo,  cuidado que debería ser siempre positivo, humano y para toda la vida.

El maestro ocupa en la vida de las naciones un papel preponderante pues la transformación de la gente, de los alumnos, es posible en tantas formas como su propio ser se lo permita, y más aún es esta época, dentro de esta sociedad que sin duda requiere gente no sólo más preparada en el ámbito académico, sino en la parte humana, en el lado afectivo, en la relación de calidad con el entorno social.

Ser maestro en este México y todo lo que conlleva no es tarea fácil, no nada más  es asunto de pago, salarios y prestaciones, de sindicatos, de opresión gubernamental; ser profesor del grado que sea, en el sistema que sea, en el lugar que sea, es asunto de amor al ser humano, amor que se traduce no en mimos, sino en guía, en acompañamiento, en ser y estar, en aperturarse al mundo en serio, es  aprender más que en dar conocimiento, ser maestro es transformarse uno para poder hacerlo en los demás.

Ser maestro  a pesar de los pesares, por lo menos en lo que a mí respecta, ha sido el mejor de los retos, el más grande intercambio de charlas con un mundo de gente, es buscar la guía a y apoyo de un maestro para mi vida – mi padre- , es preguntar, es decir, es investigar; ser maestra no sólo es asunto de contar con grado académico que me respalde como maestra, no, ser maestra es reinvitarme todos los días, leer y aprender a no perder la chispa de esa juventud a la que servimos y en la que debemos de ver siempre la alegría simple y llana de vivir.

Felicidades a mis maestros, a los compañeros que como yo aprendemos en el camino, esta hermosa labor.