Esta semana se ha dado a conocer una noticia de gran impacto tanto nacional como internacional, y es que para para quienes viven en el norte o centro del país, puede pasar desapercibida o ser un asunto poco relevante; sin embargo, las magnitudes de sus efectos pueden ser devastadores para todo México.
Me refiero a la destrucción de los manglares en las costas caribeñas de Quintana Roo, para la construcción del Malecón Tajamar, en la ciudad y puerto de Cancún. Esto sucedió en días pasados y los ojos del mundo se han volcado sobre este asunto pues representa una oportunidad para México de mostrar su capacidad para la solución de conflictos que parecen afectar a la comunidad internacional entera, pues tocan las fibras de la creciente conciencia natural del ser humano.
Sin embargo, esta oportunidad también representa un reto enorme por mantener el equilibrio entre la protección a la naturaleza, la satisfacción de las necesidades humanas, el desarrollo económico nacional y la imagen internacional de nuestro país, pues por un lado, son muchos los que pugnan por la suspensión definitiva o cancelación de las obras de construcción del malecón, a fin de proteger el ecosistema, la flora y fauna autóctonas y la dignidad de la naturaleza, lo cual posicionaría a México como un país comprometido con el desarrollo de una economía basada en la sustentabilidad.
Pero visto desde otra perspectiva, de resolverse este conflicto en ese sentido, de alguna manera implicaría la pérdida de la soberanía nacional, que se define como la capacidad de un Estado de autodirigirse y autodeterminarse, pues México se mostraría débil ante la presión de la opinión pública y de la comunidad internacional.
Ahora bien, si las autoridades que tienen en sus manos la solución de este conflicto dieran luz verde a la construcción de este proyecto turístico, con el propósito de incentivar el crecimiento económico, promover el turismo nacional y extranjero en Quintana Roo e incluso crear nuevos empleos, aún si esto lo hace en pleno uso de su soberanía, estaría forjándose una mala imagen ante el mundo, que en años posteriores pudiera significar mayores pérdidas que si se suspendiera en definitiva la realización de este proyecto.
Si me preguntan, la verdad es que no sabría cómo actuar. Es cierto, es muy doloroso ver como la acción humana impacta la naturaleza, pero en alguna medida siento que nos estamos dejando controlar por los medios de comunicación masiva, es como si ellos ya hubieran decidido cómo resolver el asunto y usaran todos sus recursos para dirigirnos hacia allí.
Y es que entro en esta lucha interna, esta duda existencial por saber si acaso debemos procurar el desarrollo económico a costa de desequilibrar el ecosistema, porque veo el gran amarillismo con que han actuado los medios que le han dado cobertura a esta situación, y me genera un gran escepticismo; no me duele menos que a ellos ver animales muertos y sepultados en asfalto, la desaparición de la flora característica de la región y que incluso funcionaba como barrera natural en contra de los fenómenos naturales, etc. Pero por alguna razón me siento manipulado.
Especialmente cuando reflexiono sobre la enorme cantidad de proyectos habitacionales, turísticos e industriales que se llevan a cabo sin que nadie diga nada; me impresiona la hipocresía con que actúan algunos que se han pronunciado sobre este tema, y que acusan a las autoridades involucradas en este proyecto como la SEMARNAT, FONATUR, etc., de ecocidas, pero viven en complejos habitacionales o fraccionamientos de tal magnitud, que es imposible que hayan sido construidos sin causar también un fuerte impacto en la naturaleza.
Ahora bien, no quiero parecer frio o indiferente con el bienestar de nuestro planeta y las áreas naturales de nuestra región, ni mucho menos coludido con las grandes empresas cuyo beneficio económico esta por encima de todas las cosas, así que aclaro que no soy experto en la materia, quizá el impacto causado por el desarrollo de las zonas residenciales en las que habitamos no haya sido tan relevante en términos de la cantidad de especies de animales y plantas que tuvieron que destruirse; lo único que digo es que me causa un gran escepticismo el hecho de que ataquen sólo este proyecto pero no alcen la voz por los demás.
Más aún, el hecho de que he visto comentarios de personas que son totalmente incongruentes con las opiniones que emiten, pues alzan la voz en favor del bienestar de la naturaleza, pero ellos mismos la destruyen con sus estilos de vida irresponsable.
También está el hecho de que son muy pocos los que están pensando en los beneficios que pudiera traerle a la ciudad la construcción de esta obra de fomento turístico; tengo familiares en lugares turísticos y conozco los efectos de que más o menos gente llegue a visitar, conocer e invertir recursos en esos sitios.
He visto, en ocasiones, la desesperación de quienes trabajan en este campo, cuando no hay turismo, cuando la gente ya no esta viajando a sus ciudades o llegando a sus negocios, pues esto significa menos ingresos y menos posibilidades de tener una vida digna. Es entonces cuando me pregunto si siempre la naturaleza debe estar por encima del bienestar humano, o si acaso no deban hacerse ciertos sacrificios con el fin de brindar al hombre una vida digna y decente.
Es verdad, muchos de los negocios que se instalan en estas regiones significan fuga de capital, pues la mayor parte de las ganancias las obtienen firmas foráneas, nacionales e internacionales, pero eso no deja de impactar en la economía de taxistas, conductores de transporte público, empleados, trabajadores de supermercados, de tiendas de autoservicio, proveedores de servicios, etc.
Por otro lado tampoco creo que el bienestar humano deba ser perseguido sin ninguna conciencia sobre el efecto que tenemos sobre nuestro medio ambiente. En realidad, creo que lo que debemos buscar es el equilibrio, como dije antes, y que por tanto, no debemos apresurarnos a juzgar ligeramente este asunto. Creo que para dar opiniones certeras y valiosas respecto a cómo debe resolverse, debemos estar informados, pero verdaderamente informados, no manipulados por quienes dan la información que les conviene, pero que generalmente tiene propósitos ocultos en medio de todo.
En fin, este no es un artículo de opinión que versa meramente en la situación del Malecón Tajamar de Cancún, Quintana Roo; es un llamado para que, sea que vivas en Tuxpan, Tampico, Monterrey, Houston, Tijuana o Acapulco, e incluso en alguna comunidad rural, aprendas a velar por los intereses del mundo en que vivimos, quiero decir, que aprendas a defender a la naturaleza, pero que también veles por el bienestar de tu hermano el hombre.
Mérida, Yucatán. 22 de enero de 2016, Lic. Abimael Cimé Gómez.