Letras al viento

Por: FCPR

Estas líneas, hoy las escribe una mujer distinta y llena de miedo; debo decir que no acostumbro escribir sobre mi persona, porque creo en la privacía de sentimientos y pensamientos, pero ante tanta impotencia sólo me quedan las letras, las ideas que se agolpan y que exigen salir de alguna manera, y es por ello que esta vez les concedo salir sin filtro o censura.

Todos tenemos gente a la que admiramos, gente que cruza por nuestra vida, que llega, que conocemos en el camino, que está allí antes de nuestra propia existencia, gente, seres de luz y uno que otro de oscuridad, personas que sonríen o hacen muecas, individuos que hacen ruido o callan, entes que trascienden en nuestras vidas y otros que simplemente se van sin dejar rastro alguno.

Hoy, este presente que corre lento, demasiado quizá, es doloroso y taladrante, es inquisitivo y perturbador, recordando que cada segundo los sentidos y la emoción son parte de este despertar al que llamamos vida y que duele a veces sin encontrar adjetivo para calificarle.

Amar a alguien, recordarlo desde siempre, pensarlo desde el recuerdo es triste cuando ya no está, cuando no hay despedida, cuando no hay remedio para detener el tiempo, el inexorable pasar del tiempo, de sus estragos, de sus robos, de su costumbre maldita por llevarse a lo que intentamos nos pertenezca más y más…

En los ojos de mi padre, veo la vejez que se resiste a llegar y que se afianza sin preguntar, veo la fuerza de voluntad que no se doblega, veo muchos recuerdos en esos ojos color esmeralda, ojos tristes que de vez en cuando intentan hacerme saber que está peleando con toda su humanidad y por seguir siendo mi Superman; ese, que todo lo puede, que me enseñó a andar en bici, que me da la mano y un fuerte abrazo cuando llego a casa, que me dice un mote como nadie más en la vida…ese es mi padre.

Debo decir que si esto fuera papel sería ilegible, no sólo por mi especial caligrafía, sino porque no paro de llorar, de llorar por lo que veo, por lo que sé – mi viejo- siente, por su esfuerzo, por la energía perdida, por la impotencia de no saber qué más hacer, lloro y no me resigno, lloro e intento ser fuerte, lloro porque la despedida se escribe todos los días y sin darnos cuenta, lloro porque no puedo más aunque tengo fe, aunque oro en voz baja, lloro porque siempre ha sido la forma de sacar la rabia y el dolor cuando se hacen uno solo, cuando me recuerdan que ya pasé por algo semejante.

Han sido días difíciles, días de aguante, horas de pesadumbre y evasión, de inmersión laboral, de ruidos ensordecedores y de silencios quejumbrosos, horas lentas, caminos donde el tictac me abruma, amigos que necesitan mi hombro tanto como yo el suyo, palabras escritas que abrazan y calidecen el alma…hoy espero mucho, espero todo, y a la vez no espero nada, sólo dejo que sucedan las cosas y que mi entereza no se quiebre y sí así fuera, que mi fe en Dios no me permita soltarme de su mano.

Esta noche, como muchas otras,  quedo con mis letras en el limbo y al final, esperando que el viento las lleve hasta donde tengan que llegar.